Años han pasado ya desde que los carnavales se vivieran por las calles cantando, bailando y asaltando alguna que otra despensa en casa de algún amigo. Menos ha transcurrido desde los tiempos en que el coso pasaba por la avenida y se hacían autenticas filigranas para que las carrozas pasaran por las curvas del parador. Pero una cosa no había cambiado nunca, y era que el pueblo era el dueño del carnaval. Como es lógico las autoridades pertinentes velaban por el buen transcurso del mismo. Lo que parece se está intentando en la actualidad, es hacer de los carnavales un atractivo turístico, un desfile limpio y pulcro, un mirame y no me toques... Cierto es, que antes de pasarse a la vía medular era tanta la masificación que no se podía ni pasar, pero en la actualidad hay bastante espacio para carrozas, murgas, comparsas y mascaritas. Lo que tiene que primar es el respeto, hay que dejar que murgas y comparsas tengan espacio para realizar su coreografía sin que nadie les interrumpa, y como se hace en muchos casos, algunos de los componentes de las carrozas organizan el paso de las mismas para que no ocurra ningún tropiezo o percance que desluzca el coso. Nuestros carnavales son participativos, todos salen en el coso a divertirse, no es un pase de modelos, es diversión con respeto. Si quieren ordenar y controlar, deberían hacerlo en los bailes nocturnos. Lean la prensa en los últimos años y verán que los jaleos no están en el divertido y participativo coso. Muchos efectivos para controlar a 5 chinijos que van a contracorriente en el coso y nadie para controlar los navajeros y camorristas de la noche.
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