Artículo extraído del semanario Pronósticos del 1 de Enero de 1946 que habla de Don Alfonso Spinola Vega:
Hace un siglo, El 24 de Diciembre de 1845. En la villa de Teguise. Vino al mundo uno de los más grandes hombres que han nacido en la ,Isla de Lanzarote: D. Alfónso Spínola Vega. Grande por su sabiduria; grande por su bondad; grande por su grandeza de alma. No podemos hacer una biografía completa del ilustre médico. Hay circunstancias. Nos lamentamos. Presentaremos algunos pasajes de su vida; momentos, instantes de su existencia que reflejan la trayectoria vital, sinuosa, fecunda, del humano espíritu en alas a lo divino ¿Querrá decir algo la hora y fecha en que llegó al mundo, pobre, humilde, en pobre casa de humilde aldea? ¿La noche del 24 de Diciembre .. ? <<Nació pobre, vivió pobre, haciendo siempre el bien y murió pobre>>, reza la lápida que cubre sus restos allá en el país donde se le apagó la vida: Uruguay. Este país de América, conserva la memoria del ilustre lanzaroteño, en monumento público Al pie hay una inscripción: <<D. Alfonso Spínola, médico, el que no sólo curó las enfermedades del cuerpo sino también las del alma>>. Murió a los sesenta años, en San José de Mayo, pueblo deUruguay. El relato de su entierro nos ha llegado de labios que lloraron el dolor y sufrimiento de toda una muchedumbre en ruta de duelo al Camposanto. No puedo olvidar nunca aquel día en que la interminable caravana de almas agradecidas, ante el sagrado cuerpo yacente de aquel santo sabio, desfilaba llorando su desconsuelo. Escenas inenarrables, impresión ante aquel triste y helado día de invierno reflejado en el pálido rostro de los hombres que al darse la amarga noticia se estrechaban en un abrazo empapado de lágrimas ... La onda dolorosa había invadido todas las clases sociales, porque no hubo un hogar en el que no se dejara sentir aquel espíritu superior, que a fuerza de ser grande parecía desprenderse de la tierra, a tal punto que sus beneficiados llegaron a calificarlo de divino ... La marcha al cementerio de todo un pueblo tras un humilde ataúd en el que iba un hombre que pudiendo ser poderoso, prefirió una pobreza franciscana .., era el corazón popular palpitando en irresistible impulso de justiciera gratitud admirativa, rindiendo tributo al sacrificio heroico, a la sabiduría bienhechora, a la bondad extrema, a la lealtad y al honor, a la virtud elevada a su más alto grado, virtud sensible a todos los corazones ... Esta comprensión cordial del pueblo_se hizo más clara cuando al llegar el el cortejo fúnebre a la primera parada policial, el guardia civil, amparando en las manos su rostro, estalló en sollozos ... Fue esta incontenible explosión de dolor varonil índice inconfundible de cómo aquella magnánima vida extinguida había llegado a adentrarse con raíces tan hondamente afectivas en el corazón de los hombres .. Nunca se ha presenciado en nuestro pueblo una tan enorme, unánime y espontánea manifestación de pesar>>. Esta es la referencia que tenemos del día en que sepultaron al singular galeno uruguayo nacido en Lanzarote. Digamos ahora algo de su vida en nuestra isla. Médico en Teguise. Hace varios años que ejerce la carrera. Sigue pobre. Miles de enfermos y desvalidos han pasado por su casa. Sus manos no han cesado de llevar salud y alivio a los cuerpos decrépitos; materia enferma, cuerpos podridos que reciben fuerzas de la ciencia milagrosa del Dr. Spínola. Es invierno. Noche fría y ventosa Don Alfonso duerme, descansa, sueña acaso. De repente gritos de queja en la calle que dicen su nombre. Salta del lecho. Al instante se encuentra camino de San Bartolomé, donde una pobre mujer se halla en lucha con la muerte. ¡Lluvia, viento, jable, frío, misterio de la noche negra! Todo lo soporta y resiste, heroicamente, extraordinariamente. Piensa en la muerte, y para él no hay obstáculos. Camina, corre; por donde sea, a donde sea.. Llega a San Bartolomé. Diez kilómetros de marcha sin descanso. Llega aterido, exhausto, temblando,empapado en agua y lodo. Entra en casa de la ..enferma Una-, dos, tres, cuatro horas, sobre el lecho de la parturienta. Cuando empieza a balbucear el alba, ya ha salvado dos. vidas: hijo y madre. Emprende el regreso, a Teguise Al poco un hombre se le acerca corriendo - ¡Don Alfonso!, un momento; mire estos dos duros, que se le cayeron sobre la cama- Está usted equivocado ... , eso no es mío_ -Tienen que ser de usted, Don Alfonso; en casa no teníamos ni una peseta y allí no ha entrado otra persona que usted. Pasa algún tiempo. Don Alfonso sigue pobre. Tan pobre, que muchas veces en su casa no tiene que comer. Uno de esos días llega un viejo y le deja una cabra en el zaguán. Es un regalo de un enfermo agradecido, que después de muchos años de trabajos y sacrificios ha conseguido ahorrar algunas pesetas. Al siguiente día, la cabra desaparece: Se la ha llevado el primer pobre que ha cruzado por la calle. Anécdotas como éstas, informan toda la existencia de Don Alfonso Spínola. Su vida fue un verdadero apostolado en pró de la medicina y la virtud. El último gesto, el más grande, el que es casi inconcebible, aparece en la noche que para siempre dejo la vida. Encontrándose enfermo, con fiebre alta, casi sin poder caminar, fue a asistir a un enfermo paupérrimo de un barrio apartado. Al volver a su casa, tuvo que entrarlo a cuesta su mujer; a los pocos instantes, había muerto… L. P S_
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