Fuente canariasahora.com:
Si la intención era sembrar provocar a las instituciones, políticos, partidos y ciudadanos contrarios a las prospecciones petrolíferas en Canarias, Antonio Brufau, presidente de Repsol puede sentirse orgulloso. Lo ha conseguido. Su rueda de prensa de este jueves en Las Palmas de Gran Canaria logró cabrear de manera supina a los sectores más combativos de Coalición Canaria, con el presidente del Cabildo de Fuerteventura al frente. Su mensaje central, como impecable comunicador que es, lo soltó al principio, a la mitad y al final de su intervención: vengo a proponer a Lanzarote y a Fuerteventura que sean las bases logísticas de nuestras prospecciones, que acepten el dinero del petróleo en nombre de los parados de Canarias y que no sigan abochornando al mundo, que “mira atónito” al Archipiélago. Se desató por momentos, y si no fuera por su directora general de Comunicación y Presidencia, sentada a su izquierda, que le llegó a pedir en al menos una ocasión que callara, su discurso habría sido aún más incendiario contra los contrarios a su negocio. Despreció con mucha elegancia a las instituciones canarias, al presidente del Gobierno y de los cabildos orientales, y hasta
ridiculizó a sus propios hooligans del PP al desmentir categóricamente la memez de que el petróleo que no se saque a este lado de la mediana imaginaria lo sacará Marruecos; o al sostener que, en la hipótesis más optimista, el empleo directo que genere la explotación petrolífera a pleno rendimiento no superará las 5.000 personas. Y eso “si los canarios y las empresas se ponen las pilas”. No eludió ninguna pregunta y sin pretenderlo en absoluto confirmó, por si había alguna duda, la estrecha relación y connivencia que existe entre la compañía que preside y el Ministerio de Industria y Energía. Brufau rechaza enérgicamente esa acusación por relacionarla directamente, y sin que apenas nadie lo haya hecho, con el cohecho, con la remota posibilidad por él negada de que el PP o el ministro Soria hayan sido untados por Repsol. “Quien diga eso tiene que ir al juzgado o meterse directamente en prisión”, enfatizó en el momento más tenso de su encuentro con la prensa isleña. No consta ninguna acción penal en cualquiera de esas direcciones.
Pero esa cuidada rueda de prensa, esa demostración de poderío ejecutada este jueves en Las Palmas de Gran Canaria, no parece que vayan a surtir efectos sanadores en la imagen que de Repsol tienen los medios informativos canarios, o al menos los periodistas allí destacados. Las preguntas no fueron todo lo amables que cabría esperar ante un personaje de ese calibre. Es más, algunas de ellas llegaron a incomodar a Brufau, que se contuvo siempre de manera elegante excepto cuando tocó descalificar a Canarias y a sus representantes institucionales por un debate que calificó de “político y no social o económico”, como si la política energética de un Gobierno fuera innegociable cuando está en presencia el petróleo. Al presidente de Repsol le llama la atención que Canarias no quiera tener plataformas cerca cuando en Malibú, en Río de Janeiro o Tarragona las tienen más cercanas a las costas y nadie protesta.
Resaltó que el mundo nos mira “atónito” por dudar ente este colosal negocio que promete tanto maná. Olvidó, claro, porque no es su compañía la perjudicada (Soria no lo permitiría), que el PP de Valencia se ha opuesto a prospecciones en sus costas, como ha quedado sobradamente acreditado. Al PP, por cierto, lo dejó en pelota picada cuando desmintió con cajas destempladas la remota posibilidad de que Marruecos pueda tocar un barril de las cuadrículas a este lado de la divisoria imaginaria: “Son dos plataformas distintas”. Como dejó en evidencia a los que profetizan decenas de miles de puestos de trabajo. En el mejor de los casos, encontrando crudo en los tres pozos a los que tienen echado el ojo (Sandía, Plátano y Zanahoria) pueden alcanzarse los 5.000 empleos, a razón de cuatro por cada millón de dólares invertidos. También desautorizó a los que destacan el peligro proclamando que los que hablan de afección al agua potabilizada en caso de derrame “no saben lo que dicen” porque el petróleo flota y las tuberías de las plantas desaladoras están en el fondo. O asegurando que “
no contemplamos los siniestros porque si así fuera nos dedicaríamos a hacer hoteles”, lo que seguramente hará las delicias del empresariado turístico local. En varias ocasiones aseguró que no va a haber peligro de ningún tipo porque Repsol está acostumbrada a perforaciones en aguas profundas y que su nivel de seguridad está internacionalmente testado. Su encendida defensa de la seguridad le condujo a pronunciar una afirmación que él mismo desinfló:
“Por cada 50.000 sondeos se produce un vertido. O dos”. Como Rajoy en el caso Bárcenas: “Todo es falso. Menos alguna cosa”.
El poderío del petróleo se apreció sin disimulo en el hotel AC, el viejo pero renovado Don Juan de Las Palmas de Gran Canaria, propiedad de Antonio Catalá. Repsol lo convirtió por unas horas en su sede central, con control de acreditaciones en el vestíbulo, con uno de los tres ascensores bloqueados para el uso exclusivo del personal de la compañía, y con el desvió de periodistas y de usuarios a los montacargas cuando Brufau entró en el establecimiento. Unos escoltas tamaño armario de cuatro puertas evidenciaban las estrictas medidas de seguridad que lo acompañan. El poderío se confirmó en la sala de la planta 22 habilitada para la ocasión, con una puesta en escena cuidada, mil veces ejecutada y desde luego eficaz. Brufau entró a saco una vez dio comienzo la conferencia de prensa: “Vengo a pedir el soporte de los cabildos de Lanzarote y Fuerteventura para que en esas islas estén las instalaciones logísticas”. Tuteó en todo momento a los periodistas y se marchó tras la última pregunta alegando que tenía que irse a Estados Unidos (el avión de la compañía le esperaba en Gando).
Las azafatas entregaron a cada periodista una bolsa corporativa con unos obsequios muy intencionados, a la par que elocuentes: una botella de vino de la bodega de Juan Francisco Rosa, Stratus, expedientada por ilegalidades urbanísticas (como sus dos hoteles), y un queso semicurado de Queserías Maxorata, propiedad del padre de la diputada del PP Celia Alberto, Alfredo Alberto. Un lápiz de memoria y un tarjetón anunciando que el queso y el vino escogidos “se incorporarán próximamente a la selección de productos de calidad garantizada de las estaciones de servicio Repsol” completaban el lote.
La defensa que Antonio Brufau hizo de José Manuel Soria en su rueda de prensa de este jueves es prácticamente equivalente a la que el ministro hace permanentemente de las prospecciones y de las bondades de la compañía Repsol. Descartó por completo que ese desaforado respaldo ministerial pueda estarle perjudicando políticamente en las islas, aunque llegó a reconocer que “la mala pata del ministro es que es canario”. Muy al contrario, l
o calificó de “líder” por haber empujado como lo ha hecho estas autorizaciones, paralizadas en 2004 por el Gobierno de Zapatero, si bien Brufau pretendió situar en el mismo nivel de respaldo al ex ministro Miguel Sebastián. Hablando de Soria y sin que él lo pusiera nunca en relación (ya lo hacemos nosotros), el presidente de Repsol se empeñó en numerosas ocasiones en poner como ejemplo de bondad de las explotaciones petrolíferas el caso noruego. Lo hizo al defender el respeto al medio ambiente que dice profesar; lo hizo al exponer su convivencia con el turismo; lo hizo al comparar la desafección canaria con el entusiasmo de los nórdicos, y hasta al abordar la espinosa (y tampoco en esta ocasión aclarada) posibilidad de beneficios fiscales directos por las extracciones.
Hasta que un periodista de la primera fila le hizo ver que aquí también sabemos cuál es el modelo petrolífero noruego, dirigido con mano férrea y clara voluntad de interés general por el Estado, máximo accionista de Statoil. Además de una producción estratosférica (tres millones de barriles diarios frente a los 100.000 que los más optimistas vaticinan en Canarias), el beneficio del petróleo noruego dota un fondo millonario que ya va por 725.000 millones de dólares (150.000 dólares para cada nacional). Por el contrario, Repsol es una multinacional cuyo capital es flotante (free float, fluctúa en las Bolsas) en su mayoría (63%), y solo tiene de español el 21%. Para colmo, los derechos sobre las probables explotaciones pertenecen en un 50% a empresas ajenas, la australiana Woodside (30%) y la alemana RWE (20%). Esta última, como reconoció Brufau este miércoles, está vendiendo estos derechos en los mercados de Frankfurt, lo que probablemente deslocalice aún más el capital y las consiguientes rendiciones fiscales. Un chollo para España, vamos. Y para Canarias, ni les contamos. Pero de modelo noruego, poco.