Aquí esta la opinión de un profesor
http://www.laopiniondelanzarote.com/?p=42Soy un profesor de instituto de Lanzarote. Acabo de recibir un correo electrónico en el que se me da a conocer esta página de opinión centrada en nuestra isla. Éste es mi seudónimo, que ya veo que aceptan, Faustino Betancort Hernández. Espero que resulte de su interés para publicarlo.
Universidad o guardería. Empleo el primer término para entendernos. El segundo es bien claro: los institutos de Educación Secundaria en este país, en esta nacionalidad y en esta isla son guarderías.
Múltiples circunstancias han llevado al sistema educativo a tal situación. En buena medida, la política educativa en España es un fiasco en comparación con otros países de nuestro entorno europeo, países que se muestran conscientes de la importancia que tiene la educación en la configuración y enriquecimiento de sus sociedades. Sin embargo, a pesar del alto porcentaje de responsabilidad política de que los institutos sean guarderías proviene de este aspecto no es motivo de análisis en este escrito.
Coincidirán conmigo en que el futuro pasa por la educación o la investigación. Y que la participación del profesorado, padres y madres y, por supuesto, los propios alumnos, los máximos protagonistas del proceso educativo, resulta vital.
En ello me concentraré en las próximas líneas a modo de reflexión. Reflexión que deseo hacer extensiva a los lectores, porque, a mi entender, nos jugamos mucho y la cosa, por desgracia, va a peor. Permitanme adelantarles que el principal objeto de análisis es la conducta de los padres de alumnos y los desórdenes que, en general, está ocasionando al conjunto del sistema educativo.
A nosotros, profesores y profesoras, no nos lo manifiestan. Pero se nota. Se percibe ese mensaje subliminal en sus conductas victimistas para con sus hijos. Y éste es el mensaje subliminal: “Miren, me importa un bledo, yo lo que quiero es que el niño (adolescentes calificados como niños por sus padres) esté aquí de tal a cual hora y…”. Quieren que estén en guarderías, institución ésta muy importante para el inicio del proceso de aprendizaje del educando, pero que deja de tener sentido en el colegio y mucho menos en los institutos. Sobre todo, entendiendo la máxima que nos dirige en nuestro papel de guías, el educador de guarderías, el maestro y el profesor orientan al niño y niña en su preparación para la vida y concluido estos periodos ellos, en teoría, deberían ser autónomos.
Los padres entienden todo. Entienden que estén toda la hora hablando, que griten, que te respondan altivos cuando se les exige o se les solicita atención y compostura, que no dejen a otros aprender, que no hagan ni un deber, que no estudien, que no respeten a sus compañeros y que ni respeten y se atrevan a faltar el respeto a la máxima autoridad, al profesor. Unos y otros lo llevamos como buenamente podemos.
Y como los entienden, amor confuso de padres, algunos han llegado a forcejear con la dirección de un instituto porque los responsables han puesto de patitas en la calle a un chaval faltón y abusador. Es tanto el entendimiento que son capaces de amenazar y, como decía, llegar a las manos, exigiendo lo que ellos interpretan de la Ley Orgánica General de Educación.
No les preocupa que ese niño, porque es un niño, haya pegado a un compañero o amenazado a una experimentada profesora. Les preocupa, en cambio, dónde van a meter al niño para que se lo cuiden durante los días de expulsión. Ustedes dirán.
Vale. Cierto es que a los padres apenas les queda tiempo para atender a sus hijos. Se ve reflejado en las reuniones de padres a las que acude un ínfimo porcentaje o en la nula participación de éstos en el desarrollo de sus actividades en sus hogares. Y cierto es también que, debido a esa falta de tiempo, los niños están descontrolados y no pegan un palo al agua.
Tal estado de cosas complementa el cuadro educativo actual, puro desnivel que, con el paso del tiempo, se va haciendo más desnivelado, cuesta abajo y sin frenos.
Es comprensible. Ahora bien, lo que de ninguna manera puede resultar comprensible es que los padres la tomen con otra parte vital del sistema, los profesores. Nos culpan del fracaso de sus hijos. Nos responsabilizan de la escasa motivación de éstos y de sus faltas de atención y respeto. Al parecer, somos nosotros los que no tenemos ni idea de cómo educar ni motivar. Te lo plantean así, cada vez más, como lo acaban de leer. Nosotros, los culpables. ¿Ellos? ¿Los padres? Te invitan a que los registres ante la certeza de que no tienen ni un grano de responsabilidad. Repito que resulta comprensible su situación, pero que cada palo aguante su vela; en un alto porcentaje estamos como estamos por la irresponsabilidad paternal.
Cobramos muy bien por ejercer nuestra profesión. Tenemos muchos períodos vacacionales y un horario de escándalo. Una profesión soñada y envidiada según el parecer colectivo. Sí, es verdad, tenemos muy buenas condiciones que, por desgracia, están perdiendo cada vez más puntos en la balanza. La situación se está tornando insostenible y ello se ve reflejado en el elevado parte de bajas por depresión, excedencias y sueños de retirada. Éste, el sueño de la retirada, es el más preocupante. Cuando un profesor de 34 años, como es el caso de quien ésto escribe, sueña con la retirada, mala cosa.
Esta sociedad debe dar respuesta a este debate y no posponerlo hasta el momento del declive total. Y exigir responsabilidades, porque las tenemos todos. Empezando por los niños y sus padres.